Jesús: Enseñanzas escogidas

ENSEÑANZAS DE JESUS

El gran mandamiento

El primer mandamiento de todos es: oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
Y amaras al Señor con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
Y el segundo mandamiento es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo.
No hay otro mandamiento mayor que estos.

Sermón del monte

Sal y luz del mundo

 “Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la calle y la gente la pisotea.
 “Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse;  y una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa.  Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo.

El verdadero sentido de la ley

 “No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido. Porque os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra no se le quitará a la ley ni un punto ni una coma, hasta que suceda lo que tenga que suceder.  Por eso, el que quebrante uno de los mandamientos de la ley, aunque sea el más pequeño, y no enseñe a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedezca y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.

Una justicia superior

 "Porque os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos.

 El homicidio

 “Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado.’  Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno. 
 “Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,  deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.
 “Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel.  Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.

El adulterio

 “Habéis oído que antes se dijo: ‘No cometas adulterio.’  Pero yo os digo que cualquiera que mira con codicia a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón.
 “Por tanto, si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácalo y échalo lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.  Y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtala y échala lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

El divorcio

 También se dijo: ‘Cualquiera que se separe de su esposa deberá darle un certificado de separación.’  Pero yo os digo que todo aquel que se separa de su esposa, a no ser en caso de inmoralidad sexual, la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una mujer separada también comete adulterio.

El juramento

 “También habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No dejes de cumplir lo que hayas ofrecido bajo juramento al Señor.’  Pero yo os digo que no juréis por nada ni por nadie. No juréis por el cielo, porque es el trono de Dios;  ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.  Ni siquiera juréis por vuestra propia cabeza, porque no podéis hacer que os salga blanco o negro ni un solo cabello.  Si decís ‘Sí’, que sea sí; y si decís ‘No’, que sea no. Lo que se aparta de esto, es malo.

La venganza

 “Habéis oído que antes se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’  Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra.  Si alguien te demanda y te quiere quitar la túnica, déjale también la capa.  Y si alguien te obliga a llevar carga una milla, ve con él dos.  Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado.

El amor a los enemigos

 “También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen.  Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos.  Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así!  Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así!  Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto.

La práctica de la piedad

 “No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cielo.

La limosna

 “Por tanto, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa.  Tú, por el contrario, cuando ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo amigo.  Hazlo en secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.

 El ayuno

 “Cuando ayunéis, no pongáis el gesto compungido, como los hipócritas, que aparentan aflicción para que la gente vea que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa.  Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien,  para que la gente no advierta que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está a solas contigo, y él te dará tu recompensa.

Riquezas en el cielo

 “No acumuléis riquezas en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar.  Acumulad más bien vuestras riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye, ni las cosas se echan a perder, ni los ladrones entran a robar.  Porque donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.

La lámpara del cuerpo

  “Los ojos son como la lámpara del cuerpo. Si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo será luminoso;  pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo será oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué negra no será la propia oscuridad!

Dios y las riquezas

 “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.

Dios cuida de sus hijos

 “Por tanto, os digo: No estéis preocupados por lo que habéis de comer o beber para vivir, ni por la ropa con que habéis de cubrir vuestro cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?  Mirad las aves que vuelan por el cielo: ni siembran ni siegan ni almacenan en graneros la cosecha; sin embargo, vuestro Padre que está en el cielo les da de comer. Pues bien, ¿acaso no valéis vosotros más que las aves?  Y de todos modos, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?
 “¿Y por qué estar preocupados por la ropa? Mirad cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan.  Sin embargo, os digo que ni aun el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos.  Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¿no os vestirá con mayor razón a vosotros, gente falta de fe?  No estéis, pues, preocupados y preguntándoos: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué nos vamos a vestir?’  Los que no conocen a Dios se preocupan por todas esas cosas, pero vosotros tenéis un Padre celestial que ya sabe que las necesitáis.  Por lo tanto, buscad primeramente el reino de los cielos y el hacer lo que es justo delante de Dios, y todas esas cosas se os darán por añadidura.  No estéis, pues, preocupados por el día de mañana, porque mañana ya habrá tiempo de preocuparse. A cada día le basta con sus propios problemas.

No juzgar a otros  

 “No juzguéis a nadie, para que Dios no os juzgue a vosotros.  Pues Dios os juzgará de la misma manera que vosotros juzguéis a los demás; y con la misma medida con que midáis, Dios os medirá a vosotros.  ¿Por qué miras la paja que tu hermano tiene en su ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo?  Y si tú tienes un tronco en el tuyo, ¿cómo podrás decirle a tu hermano: ‘Déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’¡  ¡Hipócrita!, sácate primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
 “No deis las cosas sagradas a los perros, no sea que se revuelvan contra vosotros y os hagan pedazos. Y no echéis vuestras perlas a los cerdos, para que no las pisoteen.

Pedir, buscar y llamar a la puerta  

 “Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá.  Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre.
 “¿Acaso alguno de vosotros sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan?  ¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado?  Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo las dará a quienes se las pidan!
 “Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas.

La puerta estrecha

 “Entrad por la puerta estrecha. Porque la puerta y el camino que conducen a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos;  pero la puerta y el camino que conducen a la vida son estrechos y difíciles, y pocos los encuentran.

El árbol se conoce por su fruto

 “¡Cuidado con los falsos profetas! Vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces.  Por sus frutos los conoceréis, pues no se recogen uvas de los espinos ni higos de los cardos.  Así, todo árbol bueno da buen fruto; pero el árbol malo da fruto malo.  El árbol bueno no puede dar mal fruto, ni el árbol malo dar fruto bueno.  Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.  De modo que por sus frutos los conoceréis.

Otras enseñanzas
A quien temer

Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar.

La dicha verdadera ("Bienaventuranzas")

 “Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque suyo es el reino de los cielos.
 “Dichosos los que sufren, porque serán consolados.
 “Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra que Dios les ha prometido.
 “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán satisfechos.
 “Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.
 “Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.
 “Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.
 “Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque suyo es el reino de los cielos.
 “Dichosos vosotros, cuando la gente os insulte y os maltrate, y cuando por causa mía digan contra vosotros toda clase de mentiras.  ¡Alegraos, estad contentos, porque en el cielo tenéis preparada una gran recompensa! Así persiguieron también a los profetas que vivieron antes que vosotros.

Lo que contamina al hombre

Y llamando a si a la multitud, les dijo: oíd y entended:
 No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.
Estas son las cosas que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.  

Jesús acusa a los escribas y fariseos

Entonces hablo Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más que no hagáis conforme a sus obras, porque dicen y no hacen.
Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por lo hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extiendes los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.
Pero ustedes no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que esta en los cielos.
Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro; el Cristo.
El que es mayor de vosotros, sea vuestro siervo.
Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Mas ¡hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.
¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, Hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez echo, que le hacéis dos veces mas hijo del infierno que vosotros.
¡Hay de vosotros, guías ciegos! Que decís; si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.
¡Insensatos y ciegos! Porque ¿Cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
También decís; si alguno jura por el altar, no es nada, pero si alguno jura por la ofrenda que esta sobre el, es deudor.
¡Necios y ciegos! Porque ¿Cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?
Pues el que jura por el altar, jura por el, y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por el, y por el que en el habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por el que esta sentado en el.
¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y e comino, y dejáis lo mas importante de la ley; la justicia, la misericordia  y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
¡Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis lleno de robo y de injusticias.
¡Fariseos ciegos! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato para que también lo de afuera sea limpio.
¡Hay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos muertos y de toda inmundicia.
Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justo a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
¡Hay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, adornáis los monumentos de los justos. Y los decís: si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.
¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escapareis de la condición del infierno? Por tanto, he aquí yo os envió profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos matasteis y crucificareis y a otros azotareis en vuestras sinagogas y perseguiréis en ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se a derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequias, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.

Hasta setenta veces siete

 “Si tu hermano te ofende, habla con él a solas para moverle a reconocer su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano.  Si no te hace caso, llama a una o dos personas más, porque toda acusación debe basarse en el testimonio de dos o tres testigos.  Si tampoco les hace caso a ellos, díselo a la congregación; y si tampoco hace caso a la congregación, considéralo como un pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma.
 “Os aseguro que todo lo que atéis en este mundo, también quedará atado en el cielo; y todo lo que desatéis en este mundo, también quedará desatado en el cielo.
 “Además os digo que si dos de vosotros os ponéis de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo os lo dará.  Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
 Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús:
–Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, si me ofende? ¿Hasta siete?
 Jesús le contestó:
–No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

El joven rico

Al salir el para su camino, vino uno corriendo, he hincando la rodilla delante de el, le pregunto: maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?
Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino uno solo, Dios.
Los mandamientos sabes: No adulteres, no mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
El entonces respondió: maestro todo esto lo he guardado desde mi juventud.
Entonces Jesús, mirándole, le amo, y le dijo: Una cosa más te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
Pero el, afligido por esta palabra, se fue, porque tenia muchas posesiones.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡cuan difícilmente entraran en el reino de Dios los que tienen riquezas!

El rico insensato

Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
Mas el le dijo: Hombre, ¿Quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
Y les dijo. Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
También les refirió una parábola, diciendo: la heredad de un hombre rico había producido mucho.
Y el pensaba dentro de si diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo donde guardar mis frutos?
Y dijo: esto haré: derribare mis graneros, y los edificare mayores, y allí guardare todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿de quien será?
Así es el que hace para si tesoros, y no es rico para con Dios.

La cuestión del tributo

Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que lo sorprendiesen en alguna palabra.
Viniendo ellos le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es licito dar tributo a cesar, o no? ¿Daremos o no daremos?
Mas el, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.
Ellos se la trajeron y les dijo: ¿De quien es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De Cesar.
Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a Cesar lo que es del Cesar, y a Dios las cosas de Dios. Y se maravillaron de el.

La ofrenda de la viuda

Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba como el pueblo echaba dinero e el arca; y muchos ricos echaban mucho.
Y vino una viuda pobre, y echo dos blancas, o sea un cuadrante.
Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre hecho más que todos los que echaron en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza hecho todo lo que tenía, todo su sustento.

Los dos deudores

Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.
Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.
Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.
¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

Cuestiones de la ley

Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro.
Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones:
¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda?
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):
A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.
Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido.
Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?
Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.
Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura.
Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.
Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?
Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban;
Cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.
Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.
Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.
Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle.
Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.
Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.
Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.


El que no es contra nosotros, por nosotros es

Juan le respondió diciendo: maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
Pero Jesús dijo: no se lo prohíbas; porque ninguno hay que haga milagros en mi nombre, que luego pueda decir mal de mi.
Porque el que no es contra nosotros por nosotros es.
Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.

El buen samaritano

Y he aquí un intérprete de la ley se levanto y dijo, para probarle: Maestro, ¿Haciendo que cosa heredare la vida eterna? Él le dijo:¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
Aquel, respondiendo, dijo: amaras al señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y todas tus ganas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
Y le dijo: bien has respondido; has esto, y vivirás.
Pero el, queriendo justificarse a si mismo, dijo a Jesús: ¿y quién es mi prójimo?
Respondiendo Jesús, dijo: un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; he hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino y viéndole, paso de largo.
Así mismo un levita llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
Pero un samaritano, que iba de camino. Vino cerca de él y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendo sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevo el mesón, y cuido de él.
Otro día al partir, saco dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: cuídamele; y todo lo que gaste de más, yo te lo pagare cuando regrese.
¿Quién, pues, de estos tres párese que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
El dijo: el que uso misericordia con él. Entonces Jesús dijo: ve, y has tú lo mismo.

Parábola de la viuda y el juez injusto

También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar.
Diciendo: había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba al hombre.
Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venia a él diciendo: hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de si; aunque ni temo a dios ni respeto a l hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.
Y dijo el Señor: oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardara en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el hijo del hombre, ¿hallara fe en la tierra?

La mujer adultera

Cada uno se fue a su casa; y Jesús se fue al monte de los olivos.
Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él les enseñaba.
Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer a sido sorprendida e acto de adulterio. Y en la ley nos mando moisés apedrear a tales mujeres. Tu, pues, ¿Qué dices? Mas esto decían tentándole para poder acusarle.
Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo. Y como insistieron en preguntarle, se enderezo y les dijo: el que de vosotros este sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo siguió escribiendo en la tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando de los más viejos a los más postreros; y quedo solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: mujer, ¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condeno? Ella dijo ninguno, Señor.
Entonces Jesús le dijo: ni yo te condeno: vete y no peques más.

Parábola del fariseo y el publicano

A unos que confiaban en si mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:
Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo el otro publicano.
El fariseo, puesto en pie, oraba con sigo mismo de esta manera: dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones,  injustos, adúlteros, ni como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
Mas el publicano, estando lejos, no queriendo ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo;
Dios se propicio a mí, pecador.
Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

Jesús el buen pastor

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja a las ovejas y huye, y el lobo arrebata a las ovejas y las dispersa.
Así que el asalariado huye, porque es asalariado y no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco las ovejas, y las mías me conocen.
Así como el padre me conoce, y yo conozco al padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi vos;
Y habrá un rebaño, y un pastor.
Por eso me ama el padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mi mismo la pongo. tengo poder para ponerla, y para volverla a tomar.
Este mandamiento recibí de mi padre.

Jesús lava los pies

Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto el corazón de judas Iscariote, hijo de simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el padre le había dado todas las cosas en la mano, y que había salido de Dios, y a Dios iba,  se levanto de la cena, y se quito su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.
Luego puso el agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y enjuagarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: lo que yo hago tu no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.
Pedro le dijo: no me lavaras los pies jamás. Jesús le respondió: si no te lavare no tendrás parte conmigo.
Le dijo Simón Pedro: señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: el que esta lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues esta todo limpio; y vosotros limpio estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: no estáis limpio todos. Así que, después que les hubo lavado los pies, tomo su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el señor y el maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los uno a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, os digo: el siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la escritura: el come pan conmigo, levanto contra mí su calcañal:
Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. de cierto, os digo: el que recibe al que yo enviare, me recibe a mi; el que me recibe a mi; recibe al que yo envió.

Jesús la vid verdadera

Yo soy la vid verdadera, y mi padre es el labrador. Todo pámpano que en mi no llevara fruto, lo quitara; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve mas fruto. Ya vosotros estáis limpios. Por la palabra que os he dado. Permaneced en mi, y yo en vosotros.
Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, sino permanece en la vid, así tampoco vosotros, sino permanecéis en mi.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en el, este lleva mucho fruto, porque separados de mi nada podéis hacer.
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secara; y los recogen y los echan en el fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
En esto es glorificado mi padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
Como el padre me ha amado, así yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mi mandamiento, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi padre, y permanezco en su amor.
Estas cosas os he hablado, para que mi gozo este en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado.
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamare siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor, pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi padre, os la he dado a conocer.
no me elegisteis vosotros a mí, sino que yo los elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al padre en mi nombre, el os lo de. Esto os mando: que os améis unos a otros. 
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