El éxito y sus relaciones personales

William Harvey Stein 

El éxito y sus relaciones personales.

Extracto de su libro “Piense y actúe como un ganador”



El Éxito y sus relaciones personales.

No deja de sorprenderme la ridícula vanidad de esos individuos que, sin ningún pudor u con aires de autosuficiencia, afirman que ellos alcanzaron el éxito sin ninguna ayuda. Es cierto que a lo largo de nuestra vida, todos hemos actuado sin el apoyo de nadie e, incluso, en contra de la opinión de la mayoría. Sin embargo, pretender que uno puede convertirse en un ganador por si mismo, es no solamente una pretensión absurda, sino también injusta.

Ya sea que lo reconozcamos o no, ninguna persona llega lejos sin la cooperación de los demás. Son los otros quienes, en buena medida, determinan el tipo de éxito que tendremos. En realidad solo hay dos caminos: podemos tratar de llegar a la meta pasando sobre los demás o bien avanzando con los demás. En el primer caso se trata de utilizar a los otros como instrumentos, como medios para alcanzar nuestros fines. En el segundo caso, la idea es concebir a los otros como individuos que pueden contribuir a nuestros éxitos, siempre y cuando nosotros nos enfoquemos a contribuir al suyo.

En el mundo son necesarios las alianzas, la colaboración mutua, el esfuerzo conjunto. Todo esto basado en el respeto, la comunicación y la confianza.

Así pues, saber tratar a los demás y estar dispuesto a apoyarlos cuando lo necesitan, constituye una de las mejores estrategias para alcanzar el éxito. No me refiero solo al éxito en área específica, sino al triunfo integral que abarca todos los aspectos de la personalidad. Ello en virtud de que al establecer contactos firmes con nuestros semejantes, sentamos las bases de relaciones mutuamente provechosas.

Como lograr que los demás nos ayuden a tener éxito.

Sin duda todos hemos encontrado a lo largo de nuestra vida maestros, amigos o parientes generosos que, por propia iniciativa y sin esperar nada a cambio, nos ayudaron en momentos difíciles. Sin embargo, no es posible depender siempre de este tipo de actitudes. Debemos entender que, para recibir el apoyo de los demás, nosotros debemos brindarnos primero. Es decir, no podemos esperar ningún favor, estimulo, colaboración y ayuda de nuestros semejantes si no hemos dado nada a cambio. La palabra clave aquí es reciprocidad.

La reciprocidad significa, básicamente, saber corresponder a una acción o a un sentimiento. Es una forma de relación en la cual ambas partes reciben aquello que han dado. En el caso que aquí nos ocupa, la cuestión radica no tanto en dar y recibir como si se tratara de una transacción comercial. No es un asunto de intercambio de favores. Planteamientos tales como “te ayudo porque necesito un favor mañana” no producen relaciones duraderas, pues se trata simplemente de un canje que no crea responsabilidades ni forma vínculos importantes. La idea consiste en crear un lazo de confianza y buena fe entre las personas que nos rodean y que, eventualmente, nos apoyaran para alcanzar el éxito. La lógica es que nosotros damos las cosas con la idea de crear una disposición favorable hacia nuestra persona., se trata de establecer lazos capaces de ganarnos el aprecio y la amistad de quienes nos rodean. De esta manera la colaboración llegara sin necesidad de pedirla.

Como agradar a los demás.

La demás gente juega un papel fundamental en nuestro éxito personal. Por ello es fundamental desarrollar al máximo nuestras relaciones humanas. Y la mejor manera de fomentar tales relaciones es tomar la iniciativa y esforzarse por agradar a los otros y causarles una buena impresión.

Existen diversas técnicas destinadas a agradar a los demás. Todas ellas funcionan siempre y cuando estemos dispuestos a convertirlas en un hábito. Tal vez al principio nos sintamos un poco extraños al utilizarlas; no obstante, conforme nos acostumbremos, se convertirán en parte de nuestra personalidad. Se trata, de nueva cuenta, del truco de la autosugestión. En este caso, una serie de conductas conscientes se convierten, con el tiempo, en un hábito y este, a su vez, modifica nuestro programa mental.

A continuación enumeraremos algunas técnicas probadas para agradar a los demás. Es importante aclarar que no son las únicas. Su propia experiencia le ayudara a desarrollar por su cuenta otras. Es recomendable, además, sacar provecho de nuestros dones particulares. Si usted es por ejemplo, un gran conversador o posee una personalidad agradable, no desaproveche estos dones; utilícelos en su beneficio.

  1. Muestre interés por las ideas, aficiones y proyectos de los demás.

Nada resulta más halagador  para una persona que encontrarse con individuos que están interesados en lo que a ella le importa. Esta actitud rompe cualquier barrera y permite un acercamiento casi inmediato. Yo no se prácticamente nada de deportes, sin embargo cuando me relaciono con alguna persona aficionada a ello, no pierdo la oportunidad de hacerle un comentario al respecto o plantearle alguna duda. Esto le permite a mi interlocutor sentirse confiado, lo cual a su vez redundara en una actitud abierta. En la medida de lo posible, trate de que este interés en los gustos, aficiones o profesión de su interlocutor sea sincero. De otra manera, las personas descubrirán que su supuesto interés tiene una doble intención.

  1. Aprenda  a escuchar.

Nada complica más el contacto con una persona que el deseo de acaparar la conversación, sobre todo cuando hablamos de nosotros mismos. Si quiere usted agradar a los demás, déjelos expresarse. Ser un buen escucha no solamente sirve para que el otro se sienta dueño de la situación sino, además, para conocer a la persona con la cual estamos hablando. Ambas cosas redundaran en nuestro beneficio.

  1. Recuerde el nombre de las personas.

Todos los días conocemos gente nueva. En reuniones de negocios, cenas y lugares públicos, somos presentados con toda clase de individuos. ¿A cuantas personas recuerda usted? Le aseguro que la mayoría de las veces olvido su nombre inmediatamente después de haber estrechado su mano. Es importante recordar que toda la gente reacciona favorablemente cuando alguien lo recuerda. Lo mismo sucede cuando, durante la conversación mencionamos varias veces su nombre. Ello en virtud de que, como lo ha dicho Dale Carnengie: “Para toda persona, su nombre es el sonido mas dulce e importante en cualquier idioma”.

  1. Estimule a los demás y felicítelos por sus éxitos.

Alentar a nuestros amigos, colegas familiares y subordinados; felicitarlos cuando han realizado un buen trabajo y estar dispuesto a reconocer sus logros, son formas de granjearnos el aprecio de quienes nos rodean. Hacer esto no es nada difícil, y da buenos resultados. Ello en razón de que alimenta el ego de las personas, las hace sentir importantes. Y esto es algo que todo el mundo desea a nivel inconciente y que, por esta misma razón, genera actitudes favorables hacia quien las promueve. Un jefe dispuesto a actuar de acuerdo con este principio obtendrá gran aprecio por parte de sus subordinados. Y lo mismo podría decir de un padre de familia, del entrenador de un equipo o del supervisor de una empresa.

  1. Evite el egoísmo.

El egoísmo es algo muy humano. Todos somos propensos a el, por la sencilla razón de que a todos nos interesa nuestro propio beneficio. Incluso las acciones más altruistas y generosas tienen algún componente de amor propio. Don quijote, por ejemplo, es el personaje mas generoso de la literatura universal; siempre esta tratando de ayudar a las personas, sobretodo si so perseguidos, prisioneros y pobres. Sin embargo, sus acciones le producen una satisfacción muy particular: la de sentirse un caballero andante y ello, sin duda, alimenta su ego. La cuestión aquí es reconocer que existen dos tipos del egoísmo: el de los tontos y el de los inteligentes. El primero se expresa mediante la envidia.  Es La postura de los que quieren  todo e inmediatamente. En cambio, el egoísmo inteligente es aquel que busca mayores beneficios a largo plazo. De esta forma, si usted quiere obtener lo mejor, comience por ser generoso, comprensivo y magnánimo con los demás. Ninguna de estas actitudes es desinteresada, pero esta a años luz de distancia respecto del egoísmo mezquino que tanto puede perjudicar la imagen de una persona.

  1. Sonría.

No subestime el valor de una sonrisa. Es el medio más fácil para ablandar el corazón de la gente. Sonreír no cuesta nada y puede obrar maravillas. El sicólogo de James V. Mc Connel, citado por Dale Carnengie, expreso: “la gente que sonríe tiende a trabajar, enseñar y vender con mas eficacia, y criar hijos mas felices, en una sonrisa hay mucha mas información que en un gesto adusto. Es por eso que en la enseñanza es mucho mas eficaz el estimulo que el castigo”.

  1. Convierta a la cortesía en parte de su personalidad.

La verdadera cortesía es mucho más que una serie de reglas para el trato social. Se trata de una actitud general que se manifiesta en todos los actos de nuestra vida y mediante la cual manifestamos respeto, aprecio y consideración a nuestro semejante. En español antiguo existe una palabra que sintetiza estas ideas que las vincula con conceptos tales como nobleza, generosidad y magnanimidad. Dicha palabra es “hidalguía”. En Hispanoamérica, la hidalguía es una postura que despierta admiración y convierte a quien la cultiva en un individuo digno de confianza y respeto. Practique usted este rasgo de carácter y, sin duda, agradara a los demás y los volverá sus aliados.

Cada una de estas técnicas exige un esfuerzo particular, un trabajo de apropiación destinado a integrarlas a nuestra personalidad. Al principio pueden resultar poco naturales, pero el día que las utilicemos de manera inconsciente, habremos dado un paso gigantesco en el camino al éxito. Lo importante, en todo caso, es ponerlas en prácticas, desarrollarlas cuanto antes en todos los ámbitos de nuestra vida. No esperemos hasta mañana ni pretendamos dominar completamente una sola antes de pasar a las demás. Es necesario cultivarlas todas al mismo tiempo y con el mismo interés y energía. Los resultados no tardaran en aparecer.

El liderazgo de los ganadores.

Prácticamente todas las personas que han decidido emprender el camino del éxito deben asumir, tarde o temprano, una posición de liderazgo.

El liderazgo no es solo una cuestión de mando. En su acepción mas amplia, es la acción de influir sobre los demás y de dirigir, orientar y motivar a nuestros semejantes mediante diversas conductas y habilidades, de acuerdo con David Casares Arrangoiz, todo líder “es un guía y un conductor de personas y grupos humanos que tiene la habilidad de señalar rumbos y creer en ellos con tal seguridad y convencimiento, que los seguidores abrazan y hacen propios esos ideales.

Desde esta perspectiva el verdadero líder no es simplemente un jefe o un gerente, sino alguien que, por encima de estas caracterizaciones formales, posee determinadas habilidades y rasgos del carácter. El liderazgo es el proceso de mover a un grupo o grupos hacia alguna dirección, a través de medios no coercitivos.

El líder es una figura inspiradora, un agente de cambio y un maestro que nunca deja de aprender. Es alguien que logra hacer que sus subordinados aprovechen sus mejores capacidades. Esto lo hace porque sabe que su éxito personal depende del éxito de los demás.

Cuatro características del liderazgo.

  1. Visión inspiradora.

Todos los verdaderos lideres de la historian sido individuos visionario. Es decir personas con la capacidad para ver mas allá del momento presente. La facultad de crear una imagen mental del futuro.

Ser visionario significa, tener la capacidad para concebir la realidad desde una perspectiva amplia. Una perspectiva que no se circunscribe solo al ámbito de lo inmediato y lo cotidiano. Quien posee esta aptitud observa no solamente lo que esta pasando, sino también lo que puede pasar. Es alguien capaz de analizar todos los escenarios posibles y todas las opciones que se abren ante el. Todo ello con la finalidad de elaborar un plan de acción, establecer metas a mediano y largo plazo y crear conciencia de la finalidad. Mientras la mayoría de la gente solo ve la realidad inmediata, el líder visionario lanza su mirada mas allá de la inmediatez y, en este sentido, se apodera del futuro.

Por ello las personas que no han desarrollado esta capacidad se sorprenden cuando descubren que las acciones aparentemente inconexas de ciertos líderes, en realidad formaban parte de un proyecto cuidadosamente planeado. Esto ultimo es fundamental, pues coloca al líder delante de los demás y le permite conducir a sus seguidores hacia una meta que el ya ha visualizado.

Es evidente que mientras más sólida, realista y concreta sea esta visión, mayores probabilidades tendrán de efectuarse. Dicha solides es la que marca la diferencia entre fantasía y una visión. La primera constituye algo meramente deseable y hermoso, pero cuyo carácter ilusorio no impulsa a las personas a la acción. En cambio la segunda es, una imagen mental, un objetivo que hemos elaborado a partir de nuestros deseos y sueños, pero que va más allá de ellos. No es una mera ilusión sino, una posibilidad real que se ira volviendo mas sólida conforme pensemos en ella.

  1. Comunicación trascendente.

Poseer una visión capaz de estimular a los seguidores y reforzar la imagen del líder es muy importante. Sin embargo, esto no servirá de nada si no se puede comunicar. Y cuando digo comunicar, no me refiero tan solo a trasmitir ideas y conceptos, sino a lograr que los demás comprendan y se persuadan de la importancia y conveniencia de la visión.

Yo  puedo hablarle a los demás de mis planes y objetivos, de todo aquello que quiero lograr. También puedo, con base en esa información, invitar a la gente a trabajar con migo. Sin embargo, ello no significa que las personas aceptarán seguirme. Para que esto ultimo suceda es necesario, en primer termino, conseguir que los otros se interesen y se involucren. Dicho en otras palabras: es necesario que los demás compartan mi visión y se sientan parte de ella.

¿Cómo se logra esto ultimo?  Ante todo es necesario estar convencidos de nuestro objetivo. Ello resulta obvio, pues si yo mismo no estoy seguro, del valor de mis metas, difícilmente podré persuadir a los demás para que me sigan. En segundo lugar, resulta indispensable desarrollar las habilidades necesarias para comunicar mi visión. Ello significa que los demás comprendan a un nivel no solamente intelectual, sino también emocional la imagen que me he forjado del futuro.

  1. Capacidad negociadora.

Saber negociar es una de las habilidades que los grandes líderes poseen en grado sumo. Sin embargo, la mayoría de las personas no valoran adecuadamente la importancia de esta práctica, la cual resulta fundamental para alcanzar los logros sobresalientes. Solo las personas de mentalidad estrecha o con problemas de carácter suponen que llegaran lejos actuando de manera autoritaria. Sin duda, es posible obtener algunos triunfos imponiendo nuestras ideas a los demás. No obstante, los verdaderos líderes saben que la única manera de alcanzar éxitos significativos y a largo plazo radica en la capacidad negociadora.
No nos engañemos, al final de cuentas, tanto los dirigentes autoritarios como los negociadores quieren salirse con la suya; ambos desean imponer sus ideas y obtener beneficios personales. Sin embargo, mientras los primeros recurren a la imposición y ordenan como y cuando se deben hacer las cosas, los segundos emplean el dialogo, el convencimiento, la persuasión y la ley del beneficio mutuo. Estos últimos son los verdaderos líderes, los que conseguirán triunfos considerables y satisfactorios. Los demás son simples jefes.

La negociación es la mejor estrategia para alcanzar nuestros objetivos. Ello en virtud de que, a diferencia del burdo autoritarismo, el que negocia pretende llegar a un acuerdo, es decir, busca establecer una relación en la cual los intereses de lasos partes se vean satisfechos. Quien negocia no quiere avasallar al otro, porque sabe que esto no le conviene. Es mejor obtener algo que deseamos y permitir que el otro también obtenga algo, aun si esto significa ceder un poco. A largo plazo, ello nos permitirá crear un liderazgo sólido y fructífero.

  1. Autodominio.

Hablar del autodominio en el ámbito del liderazgo, nos obliga a remitirnos a varias características que, en conjunto, definen el perfil de un autentico dirigente. Dichas características son: responsabilidad, congruencia y capacidad de autocrítica.

Responsabilidad significa, en primer termino, asumirnos como la fuente y origen de nuestros actos. Es decir, reconocer que somos los causantes de nuestros triunfos y tropiezos y que, reconocer esto, lejos de constituir un signo de debilidad, representa una de nuestras principales fortalezas. El líder responsable no culpa a sus subordinados de sus errores ni pretende quedarse con todo el crédito cuando su equipo triunfa. Es alguien que asume sus compromisos con la certidumbre de que nadie sino el tendrá que responder por sus actos y por las consecuencias de estos, ya sea que acierte o que se equivoque.

Todo esto suena muy simple. No obstante, la sociedad actual tiende a crear individuos que busca, por todos los medios a su alcance, desconocer su responsabilidad. No son ellos los culpables de sus errores, sino la sociedad, sus colegas, las circunstancias, el destino, sus padres, etc. La variedad de justificaciones es infinita. En el caso del líder, este desconocimiento resulta fatal, pues tarde o temprano deteriorara la relación con su equipo de trabajo.

El problema de la responsabilidad se encuentra íntimamente ligado con el de la congruencia. Ser congruente significa, en este caso específico, mantener una concordancia entre nuestras palabras y actos, entre nuestros logros y expectativas, entre nuestros ideales y la realidad. Esta es una regla de conducta valida para todos los individuos, pero en el caso del líder adquiere una importancia fundamental. Esto es así porque el dirigente es siempre el foco de atención, el centro alrededor del cual giran los acontecimientos. Sus acciones están siempre bajo la lupa de sus subordinados, quienes no pueden dejar de establecer comparaciones ni de evaluar a su líder. La falta de congruencias, en este sentido, uno de los pecados más costosos para cualquier líder, sea este un empresario, un militar, un dirigente político o religioso. Y es que no existe decepción más grande para un seguidor que comprobar las incongruencias de su líder. Pensemos por ejemplo, en alguien que predica la justicia y en su propia casa asume actitudes tiránicas, o bien en un sacerdote cuyos encendidos sermones a favor de la misericordia se contradicen con su conducta particular.

Finalmente, la capacidad de autocrítica se relaciona con el autodominio a través del conocimiento de uno mismo. Toda persona que aspire a un puesto de liderazgo debe desarrollar la suficiente sensibilidad para valorar su desempeño de acuerdo con las más exigentes normas profesionales y éticas. La autocrítica es la que impide que los dirigentes pierdan la perspectiva de la realidad, la cual pude expresarse mediante una disminución del propio valor o como un exceso de vanidad. En uno u otro caso las consecuencias son lamentables.

Un líder que no se valora lo suficiente no lograra el consenso y el arrastre necesario. Tampoco será respetado por sus subordinados. En el otro extremo, el dirigente engreído cuyos triunfos lo han llevado a creerse un ser perfecto e infalible, se ira ganando poco a poco la antipatía de los miembros de su grupo. ¿Qué hacer ante un dilema así?

No hay nada más difícil que ejercer una critica honesta y profunda sobre nuestra propia persona. Otro paso consiste en estar abiertos a las críticas ajenas y evaluarlas. Muchas veces encontraremos comentarios desinteresados, pero hay también comentarios desinteresados que nos pueden ayudar a corregir nuestra conducta. Otro paso consiste en desarrollar el hábito de la reflexión, es necesario crear un espacio para pensar en nosotros mismos.

Quiero terminar este capitulo con una recomendación. En materia de liderazgo la mejor manera de pensar y actuar es conociendo la vida de los grandes lideres. Lea biografías y adéntrese en la forma de pensar de estos grandes líderes. En muchas de estas obras encontrara no solamente el lado luminoso de los grandes dirigentes, sino también sus debilidades. Esto último es importante, pues, después de todo ellos también fueron humanos.

Emprender la marcha

Este último capitulo trata sobre la acción. Es decir, sobre la actividad, el esfuerzo, la lucha y la iniciativa que se requieren para avanzar hacia el éxito. Es un capitulo pequeño pero fundamental para dar sentido a todo lo dicho hasta aquí.

Es obvio que si deseamos alcanzar una meta, cualquiera que esta sea, es necesario ir hacia ella, avanzar en su dirección y hacer todo lo que sea necesario para conquistarla. No obstante, aunque parece una cuestión evidente, lo cierto es que es aquí donde naufragan muchos proyectos. Y es que el espacio que existe entre las buenas intenciones y las buenas acciones suele ser, en el caso de ciertas personas, muy grandes. De hecho hay quienes casi nunca dan este paso y acaban sus días con una gran cantidad de deseos incumplidos y planes sin realizar. Cuando uno platica con esa gente se sorprende de la cantidad de buenas ideas y de iniciativas prometedoras que se quedaron en su imaginación. Esto es algo muy triste pero, por desgracia, frecuente.

A nadie le interesa lo que usted podría lograr si se lo propusiera, ni le van a pagar un solo centavo por las ideas que guarde en su cabeza. En este mundo, nos guste o no, lo que valen son los resultados, las obras terminadas. No importa a que se dedique usted, ni cuales sean sus objetivos, sus sueños y metas. Lo que importa es que haga las cosas, que ponga manos a la obra y obtenga resultados.

En ocasiones, las personas no dan el paso decisivo porque sienten que todavía no ha llegado el momento. Prefieren esperar a que existan condiciones mas propicias, o bien difieren la realización de un proyecto porque este no se encuentra aun suficientemente maduro. Esto esta muy bien. No pretendo decir con esto que la fase de planeación sea prescindible. Todos deberíamos ser capases de reconocer el momento oportuno para actuar. Es importante no precipitarnos ni emprender trabajos que todavía no están bien considerados. La intuición y la prudencia son, en este sentido, dos importantes aliados de la gente exitosa, no obstante, la mayoría de veces la espera y las precauciones excesivas constituyen meros pretextos, coartadas que nos inventamos porque no tenemos el valor de tomar la decisión para actuar.

Demos hoy el primer paso, y mañana otro y luego otro más y así sucesivamente. En el camino podemos corregir los errores, reorientar nuestro recorrido, revisar los métodos empleados, establecer metas intermedias, etcétera.

Esta es una de las formas en las que funciona la mente de los ganadores. Y es también, la mejor estrategia para alcanzar el éxito.
COMENTA CON:

No hay comentarios