Jesús y la ley

El absolutismo de la Ley por el fariseísmo

Ya hemos comprobado que el judío se sentía orgulloso de la Ley como distintivo de su identidad nacional. En ella Israel daba expresión al ideal que tenía de sí mismo como pueblo santo de Dios. Para realizar tal ideal, para cumplir su vocación histórica, Israel debía cumplir la Ley con todo detalle.

Este papel tan importante que la Ley desempeñaba en la religiosidad judía explica el proceso hacia su absolutismo total con el fariseísmo. La Ley se separa del contexto histórico en que había nacido, es decir, deja de ser:

o la respuesta agradecida del hombre a los actos salvadores de Dios que eran gratuitos, es decir, no debidos;

o la conclusión de una Alianza amorosa, cuya iniciativa dependía en exclusiva de Dios, no del mérito humano;

o la interpretación fiel de la perfección humana, para convertirse en sistema opresor de las conciencias.
En una palabra, la Ley deja de ser un medio para convertirse en fin, en realidad absoluta. La teología farisaica había construido un régimen religioso rígido que se apoyaba en dos presupuestos:

La pretensión normativa: el primer error del fariseísmo Consistía en pretender que la Ley debía dictar al hombre su comportamiento concreto en cualquier situación posible. Ello dio origen a la llamada Casuística», es decir, el afán de proporcionar una solución ética adecuada para cada caso. Los rabinos lo Conseguían mediante interpretaciones de la Ley que pretendían apoyar en la autoridad de Moisés.

La pretensión salvadora: en esta concepción religiosa de la Ley, la situación del hombre ante Dios estaba determinada por los méritos humanos y no por es favor de Dios. Se producía una inversión en la relación Dios-hombre: cumpliendo la Ley, el hombre tenía derechos ante Dios. De este modo, la salvación era merecida por el cumplidor de la Ley, podía exigirla con justicia y Dios pasaba a ser deudor del hombre.

La actitud de Jesús: Jesús libre y liberador de la Ley


Para entender la postura de Jesús ante la Ley vamos a dividir los pasajes evangélicos en dos apartados: en el primero, examinamos los hechos, es decir, las ocasiones en que Jesús se muestra libre de la Ley y libera también de ella a sus seguidores; en el segundo, deducimos la doctrina un tanto sorprendente: efectivamente, esa libertad de la Ley no autoriza el libertinaje, sino que se convierte para la conciencia creyente en fuente de exigencias éticas mayores aún que las de la misma Ley.

En los siguientes textos puedes encontrar pautas de la actitud de Jesús ante la Ley:: Mc 2,1 8s; Mc 2,23s; Mc 7,1-5; Lc 5,29-32, de ellos , y de otros no citados, se deducen tres conclusiones:

o que Jesús quebrantó frecuentemente las normas legales puestas en circulación por la tradición religiosa de Israel;

o más aún, que Jesús, se sentía revestido de autoridad propia para disponer y corregir la Ley de los antepasados de Israel. Lo demuestran las famosas antítesis del sermón del monte, en las que Jesús no se apoya en la autoridad de los mayores para hacer una interpretación de la Ley -como haría cualquier rabino-, sino en su propia autoridad: «Yo os digo» (Mt 5,21 s.27s.31 s);

o más todavía, que Jesús, transfiere a los demás esa misma libertad que Él gozaba frente a la Ley. Lee, por ejemplo, la defensa que Jesús hace de sus discípulos ante las acusaciones de los fariseos porque no practican el ayuno o porque arrancan espigas en sábado (Mt 9, 14-17; 12, 1-8).

La libertad que proclama Jesús es más exigente que la Ley misma


Lo más curioso de la actuación de Jesús es que, al relativizar la Ley, no da entrada al libertinaje, sino que propone un tipo de conducta mucho más exigente que la Ley misma. ¿Por qué? Porque, en lugar de la Ley, propone otras instancias dotadas de mayores exigencias.

Primera instancia
«Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto» (Mt 5 4S)

Jesús no intenta reglamentar la conducta del hombre, sino su ser mismo. No dice haced, o no hagáis, sino sed, sed lo que tenéis que ser. con ello Jesús afirma estar en posesión del conocimiento del ser auténtico del hombre, de su verdad más original. Y por eso no puede admitir los límites que marca la Ley como la meta última de las aspiraciones humanas, porque nuestro ser llega mucho más lejos de lo que el mandato revela. ¿A dónde? Nada menos que a la perfección de Dios, que es la meta última a la que Jesús nos remite.

Segunda instancia:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2, 27)

Esta frase es la conclusión de la defensa que hizo Jesús de sus discípulos cuando se les acusaba de quebrantar el descanso en un día de sábado. E~/sábado no se podía trabajar, y los escribas interpretaban al arrancar las espigas de un sembrado y desgranarlas como trabajo (lee el pasaje entero en Mc 2,23-28).
En el citado episodio se produce un conflicto entre la Ley y el hombre; mas en concreto, entre la aplicación rabínica del precepto del descanso sabático y las necesidades de la persona humana. Para los fariseos la solución estaba en preferir el Cumplimiento de la Ley en contra del hombre; Jesús, por el contrario, opta en favor del hombre sobre la obediencia a la Ley.
Lo mismo sucede con las múltiples curaciones de enfermos realizadas por Jesús en sábado, día en que los fariseos prohibían el ejercicio de la medicina (Mc 3,1-6, Lc

Tercera instancia
«Amarás a tu Dios con todo tu corazón... amarás al prójimo como a ti mismo»
(Mt 22, 37)

Frecuentemente se oye decir que el amor es la esencia del Cristianismo. Dados, sin embargo, los sucedáneos y falsificaciones que admite esta palabra, hay que precisar las condiciones del amor verdadero tal como fue propuesto por Jesús. Para Jesús:

Dios tiene la iniciativa: «Dios nos ha amado primero», escribió uno de los discípulos de Jesús y, sin lugar a dudas, traducía con esta frase el pensamiento de Jesús. El cristiano ve el amor de Dios al hombre, encarnado en el rostro humano de Jesús. Es un amor que no discrimina a nadie, bueno o malo. por eso el seguidor de Jesús puede definirse a sí mismo como aquél que «ha conocido y creído en el amor de Dios» (1 Jn 4, 16).

El hombre responde: para el seguidor de Jesús que tiene la experiencia del amor de Dios tal como se le ha manifestado en Jesús, éste se hace motivo y modelo de su conducta. De esta forma, el amor se transforma en un lazo más exigente que cualquier Ley, ya que es universal, pues incluye a todos los hombres, incluso a los enemigos (Mt 5, 34), y es sin medida, pues puede llegar hasta la muerte (Jn 13,1; 15,13).

Insistimos en la novedad que supone la actitud de Jesús frente al régimen religioso judío. Esta novedad puede esquematizarse de la forma siguiente:

Sistema religioso Lo que Jesús propone
de Israel


Frente a la Ley, está la persona humana.
Frente al obrar, está el ser.
Frente a los actos. están las actitudes.
Frente al temor. está el amor
Frente a los preceptos, está las actitudes.
Frente a unos mínimos, están unos máximos de exigencia.

Su superioridad.

Las exigencias morales contenidas en la propuesta de Jesús son superiores a las de la moral legalista de los fariseos. A todas luces es mucho más exigente remitir al hombre a las necesidades de los demás y no a la Ley, al ser y no al obrar, a los valores de las bienaventuranzas y no a los preceptos, al seguimiento de Jesús y no a la observancia de las normas, el amor y no al temor, y, no digamos nada, a la misma perfección de Dios en lugar de lo que está escrito en el código. Si estas nuevas metas parecen utópicas por estar fuera de nuestro alcance, sin embargo, el cristiano está obligado a aspirar a ellas, puesto que se sabe asistido por el poder y la fuerza del Espíritu de Dios.
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